LA CONSOLACIÓN Y LA OPCIÓN POR LOS POBRES
Introducción
Leyendo las páginas de las revistas religiosas y viendo sus fotos que nos interpelan, nos damos cuenta de una cosa desalentadora: el crecimiento económico, sustentado por el progreso en la ciencia y en la tecnología, corresponde a un aumento de la pobreza, sobretodo en el tercer mundo. La agencia informativa MISNA nos actualiza diariamente con noticias de todo el mundo sobre las muchas caras de la pobreza. También la experiencia de muchos misioneros concuerda: la pobreza no está disminuyendo sino creciendo. Los pobres se ven por todas partes, dentro y fuera de las franjas de chabolas que circundan las ciudades en los países en desarrollo. El analfabetismo o la mera alfabetización, las enfermedades, sobre todo el SIDA que golpea a millones de hombres y mujeres, amenazando a muchos otros y dando lugar a una entera generación de niños huérfanos, la desnutrición que impide a millones de personas un pleno crecimiento psicofísico y las muchas injusticias que se traducen en guerras y violaciones de los derechos humanos, nos confirman la misma cosa: la pobreza creciente está en la base de gran parte de los males que afligen a la humanidad.
El mundo económico en que vivimos
La causa principal del aumento de la pobreza y el agravarse de las diferencias sociales en el mundo encuentra su origen en la lógica que inspira y orienta la regla neoliberal de la economía. La lógica pragmática de la oferta y la demanda decide casi todo. También las inversiones en la búsqueda científica y tecnológica dependen del principio del beneficio, que se aplica al mercado nacional y global independientemente de sus consecuencias para el bien común.
Las decisiones económicas fundamentales no dependen de los gobiernos nacionales, democráticamente electos e inspirados por la justicia, como se piensa comúnmente, sino de unos pocos protagonistas económicos del mercado global y de los gobiernos de los países ricos. Las políticas económicas de los países pobres no se humanizan sustancialmente, sino que perpetúan esta ideología que, desde los años setenta y sobre todo desde la caída del comunismo al final de los años ochenta, ha asumido el dominio del mundo. Eso también es debido al escaso peso económico que los países pobres tienen sobre el mercado global y al miedo de agravar aún más su marginación política además de la económica ya en acto.
La ciencia, inseparable y dependiente de las políticas macroeconómicas nacionales y globales difícilmente llega a difundir sus beneficios más allá de las fronteras de los países desarrollados y acaba por saturar los mercados del primer mundo con productos y servicios de alta tecnología creando islas de lujo en el océano de pobreza del tercer mundo. Esto explica porqué en las conferencias internacionales ya no se habla de otra cosa que de la ampliación del abismo social entre clases y naciones, de conflictos armados y terrorismo internacional, de polución y cambios climáticos, de escasez de agua, de erosión de las tierras cultivables, de la destrucción de las selvas, de la desaparición de la biodiversidad y de la disminución de la pesca. De hecho, la humanidad se encuentra inmersa en un mercado global dónde la demanda y la oferta se sobreponen en un círculo vicioso sin fin.
El principio acumulador multidimensional de la oferta y la demanda implica que los protagonistas económicos, es decir las organizaciones multinacionales, con sus gigantescas disponibilidades de carácter financiero y tecnológico, compiten entre si a nivel nacional e internacional, eligiendo libremente los mismos objetivos económicos y financieros y condicionando inevitablemente las políticas económicas de los países pobres.
El papel insustituible del mercado libre, que debería dinamizar los recursos y los servicios en relación a las necesidades de la gente, es ahogado por criterios de eficiencia y autonomía, por lo cual la actividad económica pierde toda índole social. La sociedad interesa poco y es tomada en consideración como objeto para utilizar y puede ser combatida o abandonada si amenaza el control privado de los medios de producción o los beneficios. El sistema económico internacional no es un mercado común, una unión aduanera o un área de libre comercio sino un espacio abierto a la acción de fuerzas económicas en competición entre ellas para conseguir la máxima ganancia en los sectores que les son más favorables. Faltan un gobierno central y criterios ético-jurídicos comunes a todos los países y capaces de garantizar la justicia para el bien de todos.
En general el mundo psicoespiritual de los protagonistas económicos y su impacto sobre la sociedad son de gran importancia en la reflexión socio-moral de hoy. Las tendencias del mercado son imprevisibles. La competencia exige la eficiencia, la eficacia, la rapidez en la innovación de medios y técnicas, la reorganización constante de las instituciones, la diversificación de los productos y la actualización constante de las estrategias y los modos de obrar en los diversos momentos y secciones del mercado. Por consiguiente, los actores económicos, luchando por la supervivencia en el mercado, desarrollan una actitud fría y racionalista que ve casi todo en la perspectiva de la ganancia y de las pérdidas. Su problema principal no está representado por las verdaderas necesidades de la sociedad como el crecimiento de la pobreza, el analfabetismo, las enfermedades o las injusticias sino los competidores que pueden empujarlos a la quiebra. Éste es un "veneno" que se difunde poco a poco en la sociedad.
El Beato Allamano y la Iglesia frente a los pobres
La consolación, con sus contenidos marianos, no es una actitud puramente espiritual sino un modo de ser y de actuar, una perspectiva de ver el mundo, un programa de acción que concierne a todo el hombre, cuerpo y espíritu y lo abre a las exigencias de fondo de su contexto socio-económico, encaminándolo a Dios. Es a partir de esta óptica que el Misionero del Consolada encuentra su sitio y su identidad en el conjunto del carisma IMC. El beato José Allamano no es un teórico sino un Padre Fundador que manda a sus misioneros por el mundo a ser sal, (Mt 5,13), luz, (Mt 5,14) y fermento, (Lc 21), que transforman y elevan todo el hombre y su estado socio-espiritual a todos los niveles.
Iluminado por su espíritu, el X Capítulo General ha afrontado hoy la realidad socio-económica del mundo en que el Instituto tiene que actuar, afirmando la necesidad de nuevas actitudes y métodos aptos para contestar plenamente a las renovadas exigencias de la misión. ¡El bien tiene que ser hecho siempre en el mejor modo posible, sin miedo a la novedad y dando relieve al contexto para favorecer la asunción de responsabilidades colectivas respecto a la creación y a la humanidad. Son los misioneros abiertos al Espíritu, convencidos de la urgencia del Consuelo y conscientes de la relevancia del contexto los que marcan la diferencia!
La contribución clave del Consuelo a la moralización de la práctica económico neoliberal se encuentra en el espíritu de laboriosidad. El trabajo da sentido y constituye una parte básica de la existencia humana. Le fuerza motriz de la economía neoliberal es el sujeto humano con sus capacidades creativas e innovadoras. El crecimiento económico sostenible y la reducción de la pobreza en los países pobres y en las clases más desfavorecidas son posibles dónde se invierte en el desarrollo humano o sea en la formación de los pobres que a menudo trabajan mucho, pero no poseen las técnicas adecuadas para conseguir resultados adecuados. El amor preferencial por los pobres que caracteriza la misión ad gentes IMC es una llamada a la acción a favor de los pobres.
Las inversiones en la capacidad productiva de las clases sociales vulnerable tienen que ser acompañadas por la subsidiariedad de la actividad económica, la solidaridad y la responsabilidad para una integración gradual al mercado. El Consuelo no desarraiga, sino que crea sujetos humanos solidarios y económicamente efectivos. El pensamiento selectivo que enfatiza excesivamente el principio de la oferta y la demanda para conseguir el máximo provecho en breve plazo es insuficiente como guía de las fuerzas económicas porque margina la justicia y no define los límites del beneficio legítimo.
He aquí porqué el empeño por la justicia y la paz que tiene a la persona humana como el centro de todo el proceso del desarrollo y el crecimiento económico es una respuesta justa que sirve también para la supervivencia del mismo mercado neoliberal. La pobreza absoluta y sus consecuencias indican falta de voluntad política y no de medios. La Iglesia, juntamente a grupos y organizaciones humanitarias esparcidas en todo el mundo, no persigue la eliminación del mercado sino su humanización dinámica y el desarrollo integral de los pobres.
La cotidianidad del consuelo a los pobres
El beato José Allamano ha subrayado de modo particular la importancia de conocer de manera existencial a las personas y al entorno religioso, social y económico en que el misionero está llamado a actuar. La lectura personal y comunitaria de los signos de los tiempos, a la luz de la fe, y la asunción de medidas correspondientes de concienciación y promoción humana constituyen el modo mejor de vivir nuestra fidelidad al carisma y a las iglesias que servimos. De este modo las alegrías, las esperanzas, las tristezas y las angustias de aquéllos a los que servimos nos implican como misioneros convirtiéndose en parte de nosotros mismos.
De hecho, hoy, los grupos más comunicativos, dentro de las sociedades pobres, tienen mayores posibilidades de desarrollo de aquellos sin voz, aunque su impacto en las políticas macroeconómicas nacionales e internacionales es limitado. Los sin voz corren el peligro de ser poco a poco olvidados, tanto por el mercado como por la política. Nuestro discernimiento y promoción humana tienen que tratar de suscitar en las comunidades locales líderes preparados, solidarios y atrevidos, capaces de sacrificarse por el bien común.
La economía concierne a todos los aspectos de la existencia humana. Los medios de comunicación hablan cada vez más con palabras como: globalización, liberalización, neoliberalismo, proteccionismo, privatización, democracia del libre mercado, etcétera Hablando naturalmente de los pobres tocamos materia económica sabiendo que, por cuántos los países pobres logren hacer oír su voz, son y permanecen rehenes de los potentados económicos del Norte del mundo. La justicia y la paz hoy, independientemente del tema elegido, tiene una connotación económica y exigen mucha fantasía sobre los mecanismos del mercado y sus implicaciones geopolíticas. La Iglesia como foro moral de la vida socio-política y económica y de todo el proceso del desarrollo nos invita a fomentar una mayor conciencia sobre cuestiones económicas.
Ya estamos comprometidos en muchos proyectos de promoción humana. Nuestro testimonio y solidaridad con los pobres son por lo tanto sólidos. Ésta es una base positiva de que los pobres, concienciados sobre su dignidad como sujetos humanos y ciudadanos con derechos y deberes, pueden exigir más de los que tienen el poder económico y político. La promoción y la responsabilización son palabras clave en la economía del desarrollo y en la justicia y paz.
Conclusión
Como acercamiento, programa y contenidos de la evangelización y desarrollo centrados sobre la persona humana, la consolación va a las raíces de la pobreza. Su objetivo es la persona humana en cualquier sitio que se encuentre, en su integridad y en la convivencia armónica con su entorno socio-cultural y económico. El mandato misionero no nos manda sólo al sujeto humano, sino a toda la creación, (Mc 16,15), en su variedad, naturalmente teniendo al hombre como su ápice.
El mundo de hoy, gracias a los medios de comunicación, se ha transformado en una aldea global. Así también es el mercado. Su impacto y tendencias no conocen fronteras. Aunque nuestras circunscripciones son geográficamente localizables, la Consolación nos abre a todo el mundo y a la ley económica planetaria. La Consolación nos empuja a hablar de la necesidad de la reforma de la ley económica y financiera global y en la vida social de todos, pobres y ricos. Nuestro objetivo es el bien de la humanidad. La consolación toca a todos, cristianos y no cristianos.
P. Hipoliti Marandu