ETIOPIA: LA FE EN EL ENCUENTRO DE CULTURAS

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P. José Martín Ruiz, IMC

 

 

El dinamismo de la misión: diversidad y comunión.

 

El Dios Trinidad, uno y diverso en sí mismo, es el centro de la fe cristiana. Un Dios fuente de bondad, que crea al hombre y a la mujer a su propia imagen (Gn 1,26), y les da la capacidad de ordenar su vida hacia unos fines que correspondan a la bondad de la imagen a la que han sido creados. La persona humana creada a imagen de Dios, salvada y enriquecida con la participación en la vida divina por medio de Jesucristo, vive en la vida del Espíritu como depositaria del amor y de la bondad de Dios mismo.

 

La salvación por medio de Jesucristo se convierte en don y gracia para toda la humanidad. El hecho de que el Espíritu de Dios esté ya presente en todo hombre y en toda cultura hace que exista ya un sedimento de bondad que facilita y predispone a la cultura y al individuo a la recepción del Evangelio y los ayuda a su mejora y crecimiento.

 

Para que este don de Dios fructifique se requiere una adhesión libre por parte de la persona y una acogida desde la fe. La persona se hace dócil al Espíritu, acepta su acción y guía, e inicia un proceso de conformidad a Cristo y al Reinado de Dios que él anuncia. Se inicia así el camino de la inculturación de la fe, es la evangelización no sólo de las personas, y de las comunidades cristianas, sino también de las culturas y de la sociedad…, en un proceso continuo de transformación y perfeccionamiento.

 

La relación hombre-Dios se realiza en una diversidad de características culturales, y en contextos sociales complejos. La historia particular de cada persona,  las realidades familiares, las tradiciones sociales, las condiciones de trabajo…, nos sitúan en medio de un entorno social que cambia constantemente y condiciona la vivencia de nuestra fe. En la manera de vivir el  Evangelio surgen caminos diversos que prefiguran las diferentes iglesias locales,  las comunidades cristianas y  las personas concretas.

 

A esto se refiere Pablo VI en el n. 61 de la Evangelii Nuntiandi: “…la Iglesia universal se encarna de hecho en las iglesias particulares, constituidas de tal o cual porción de humanidad concreta, que hablan tal lengua, son tributarias de una herencia cultural, de una visión del mundo, de un pasado histórico, de un substrato humano determinado. La apertura a las riquezas de la Iglesia particular responde a una sensibilidad especial del hombre contemporáneo”. Y en el n. 62: “Guardémonos bien de concebir a la Iglesia universal como la suma o, si se puede decir, la federación más o menos anómala de iglesias particulares esencialmente diversas. En el pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por vocación y misión, la que echando raíces en la variedad de terrenos culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo aspectos, expresiones externas diversas”.

 

Juan Pablo II en su discurso a los Cardenales del 21-12-1984 aporta nuevos elementos que nos ayudan a profundizar en esta reflexión: “…se insiste mucho sobre las especiales experiencias cristianas que las iglesias particulares hacen en su contexto sociocultural, en el que están llamadas a vivir. Tales experiencias específicas conciernen tanto a la palabra de Dios, que debe ser leída y comprendida a la luz de los datos que surgen del propio camino existencial; a la oración litúrgica, que debe beber en la cultura en la que se insertan las señales, los gestos y las palabras que sirven para la adoración, para el culto y para la celebración; a la reflexión teológica, que debe realizarse sobre categorías de pensamiento propias de cada cultura; como finalmente a la misma comunión eclesial que ahonda sus raíces en la eucaristía, pero que depende en su explicación concreta de los condicionamientos histórico temporales procedentes en la inserción en el ambiente de un cierto país o de una determinada parte del mundo… dichas experiencias no deben ser vividas aisladamente o de forma independiente, sino justamente en contraste con lo que viven las Iglesias en las demás partes del mundo. Para constituir auténticas experiencias de Iglesia, dichas perspectivas llevan en sí la necesidad de sintonizarse con las de otros cristianos, en contacto con contextos culturales diversos, se sienten llamados a vivir para ser fieles a las exigencias que brotan del único e idéntico misterio de Cristo”.

 

La Iglesia no se concibe como una fuerza colonizadora, sino que se descubre como una comunidad en diálogo con su entorno cultural y social, y en una relación de sintonía, unidad y comunión entre las diversas iglesias cristianas, que contribuye a crear lazos de hermandad entre los grupos humanos y pueblos diversos.

 

El cristianismo en Etiopía.

 

Los Hechos de los Apóstoles (8,26-39) nos hablan del Eunuco etíope, “alto funcionario de Candace”, Reina de Etiopía, al que bautiza Felipe. En el siglo IV Edesio y Frumencio, cristianos de origen Sirio, sobrevivieron a un naufragio en las costas del Mar Rojo y llegan al puerto de Adulis, hacia el sur del actual puerto de Masawa en Eritrea. Edesio y Frumencio entran al servicio del Rey Eskinder, que se convierte al cristianismo antes de morir, su hijo y sucesor Ela-San construye una iglesia cristiana cerca del puerto de Adulis. En  los tiempos del rey Ezana (325-350), en el año 345 San Frumencio llega a la ciudad de Axum a su regreso de Alejandría en donde había sido ordenado obispo por San Atanasio y enviado a Etiopía. San Atanasio fue uno de los grandes defensores del Concilio de Nicea (325), en donde se declara la naturaleza del Hijo: “engendrado, no hecho, consubstancial con el Padre”. En el Concilio de Efeso (431) se proclama la unión personal en Cristo y en el Concilio de Calcedonia (451) la doble naturaleza humana y divina de Jesús.

 

Hacia los años 495-505 llegan a Etiopía los nueve santos que en realidad son los verdaderos evangelizadores del pueblo etíope y fundadores de monasterios, no se puede confirmar que estos evangelizadores no aceptaran el Concilio de Calcedonia.

 

A petición de Justino I de Constantinopla, en el año 524 el Rey Caleb envía gran número de soldados a Najran en Arabia del Sur en donde los cristianos eran perseguidos. No se puede considerar al Rey Caleb como contrario al Concilio de Calcedonia ya que este rey forma parte del santoral de la Iglesia Católica. Sin embargo el monofisismo se arraiga firmemente en Etiopía a partir  de la segunda mitad del siglo X (950) cuando después de un largo periodo sin un obispo enviado desde Alejandría se procede a una reconciliación entre las dos iglesias y se acepta al Metropolitano Yohannes enviado por el Patriarca Josief, 52º Patriarca de Alejandría (830-849), y así la Iglesia Etíope profesará en Jesús una única naturaleza como resultado de la fusión de la naturaleza humana de Jesús en su naturaleza divina.

 

El emperador Zara Yaqob (1434-1468) no pudo participar en el Concilio de Florencia, pero envió monjes desde Jerusalén para representarlo. Uno de los monjes, Andreas, leyó el mensaje del Emperador: “Nuestra Iglesia de Abisinia… nunca se retiró de forma voluntaria de la unidad Católica, sólo la distancia nos ha separado… Pero ahora tanto nuestro Emperador como  nuestro Abad, Nicodemus, no tienen un deseo más grande en su corazón que el de la unidad de la Iglesia con la Santa Sede de Pedro” (2). Terminado el Concilio, cuatro monjes etíopes, de los cuales se conoce el nombre de dos, el Hermano Tomás y el Hermano Jorge, viajaron Nilo abajo y llegaron a la residencia de Zara Yaqob en 1442. Hacia la mitad del 1443 el Emperador promulgó la unidad en un decreto titulado Cantata Domino.

 

Al inicio del siglo XVI los Turcos y los Otomanos, con su influencia islámica, ocuparon la franja del territorio de la costa de Etiopía con el Mar Rojo. Los etíopes en el este del Reino de Lebna-Dengel (1508-1540) se encontraron amenazados por  diversas rebeliones. En un intento para obtener ayuda militar de reyes cristianos, Lebna-Dengel escribió al Papa Clemente VII (1523-1534). Su hijo Galawdewos (1540-1559) también buscó apoyo militar contra la imponente ofensiva del Islam bajo el gran líder Gragn (Imán Ahmed ibn Ibrahim alGhazi), y escribió al Papa Pablo III (1534-1549). El Reino de Portugal respondió a su llamada para salvar la fe cristiana y su prestigio cultural en Etiopía. En febrero de 1543 el ejército etíope de unos 9000 hombres juntos a los soldados portugueses consiguióderrotar a los más de 15,000 hombres armados de las fuerzas del Gragn.

 

Galawdewos recompensó con tierras a los supervivientes de los soldados portugueses que se establecieron en el país y se casaron con mujeres etíopes, pidiendo algún sacerdote católico para su servicio. Los primeros Jesuitas llegan a Etiopía en 1557. El emperador Susinios (1615-1632) acepta la fe Católica. Durante el periodo del Obispo Mendez, algunos Jesuitas identificaron la fe cristiana con la expresión cultural latina de esta fe, desdeñando las expresiones culturales etíopes. Alfonso Mendez constituido por el emperador Susinios como el Abuna de Etiopía, en 1626, decretó la abolición total de la circuncisión masculina, ordenó poner fin a los ritos judíos que impregnaban el culto etíope, dispuso que todas las iglesias se reconsagraran como católicas y que se reconstruyeran los altares, y que los “cismáticos” pasaran a ser enemigos del Estado. La gente fue rebautizada, los clérigos expulsados o reordenados, las fiestas religiosas cambiadas de fecha, la liturgia transformada y el calendario etíope suspendido.

 

Esta nueva situación provocó enfrentamientos violentos, en 1932 Susinios abdicó a favor de su hijo Fasilides, y murió unos meses después. El nuevo monarca regresó a la fe alejandrina y la reacción de la población culminó con la expulsión de los misioneros católicos,  y con la obligación de los descendientes de los soldados portugueses de convertirse a la fe Ortodoxa.

 

Entre los intentos posteriores de acercamiento de la Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa Etíope podemos destacar las figuras de San Justino de Jacobis y su ministerio en el norte de Etiopía entre los años 1839 y 1860, y el Cardenal Guillermo Massaia en el sur entre los años 1846 y 1880. Como consecuencia del ministerio iniciado por estos misioneros la Iglesia Católica en Etiopía usa dos ritos diversos en el norte y centro se mantiene el Rito Litúrgico Etíope, también llamado Rito Ghe’ez, y el Rito Litúrgico Latino en el sur del país.

 

El uso de las palabras sobre todo cuando son traducidas en lenguas con matices filosóficos distintos a los occidentales pueden causar malentendidos que se pueden prolongar por siglos. El diálogo ecuménico entre la Iglesia de Alejandría y la Iglesia Católica produjo frutos evidentes en mayo del 1973 cuando el Patriarca de Alejandría y el Papa Pablo VI firmaron “La Común Declaración de Fe” en la cual se expresa: “En Él (Jesucristo) se preservan todas las propiedades de la divinidad y todas las propiedades de la humanidad, juntas en una real, perfecta, indivisible, e inseparable unión” (3).

 

Los obispos metropolitanos egipcios lideraron la Iglesia Ortodoxa Etíope por más de 15 siglos hasta el año 1951 en que la Iglesia Ortodoxa Etíope se convierte en una Iglesia autónoma y en 1959 obtiene su propio Patriarca y su propio magisterio bajo el Emperador Haile-Selasie I. Cuando el 17 de octubre de 1981 el Papa Juan Pablo II da la bienvenida al Abuna Teklehaimanot, Patriarca de Etiopía en su residencia de Castel Gandolfo, en nombre de toda la Iglesia Católica formalmente reconoce que las dos Iglesias comparten la misma fe, la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía. Más tarde el 11 de junio de 1993, el Papa Juan Pablo II habla aún de manera más explícita al Abuna Paulos, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Etíope, y dice: “La profunda comunión que existe entre nosotros está enraizada en la realidad fundamental de nuestra fe cristiana. Porque compartimos la fe transmitida por los apóstoles, los mismos sacramentos y el mismo ministerio, enraizado en la sucesión apostólica…De manera que la Iglesia Ortodoxa Etíope y la Iglesia Católica confiesan la misma fe en él quien permanece siempre ‘el Camino, la Verdad, y la Vida’ el Señor y Salvador del mundo…Habiendo restablecido el diálogo entre nosotros, debemos ser más confiados cuando le pedimos al Señor con un mismo corazón por el don de la unidad…Por la intercesión de María, la gran Madre de Dios, pueda el Espíritu Santo acercar el día en el que una vez más comamos y bebamos en la misma Mesa del Señor” (4).

 

Algunos rasgos de la Liturgia  Ghe’ez Etíope.

 

La literatura cristiana en Ghe’ez comienza con la llegada del cristianismo al reino de Axum. Diversas obras son escritas o copiadas en monasterios egipcios o en Jerusalén, y llegan a Abisinia. La actividad literaria y didáctica se extiende en los monasterios: Debre Damo en el norte, Debre Libanos en Shoa, y Debre Bizen. Se considera que la estructura central de la liturgia Ghe’ez fue introducida en el país por San Frumencio, y por lo tanto de origen sirio. Esta liturgia se enriquece posteriormente con textos y rasgos del Antiguo Testamento y con tradiciones abisinas locales.

 

El significado de la Anáfora Etíope “Akotate Kurban” viene del libro del Apocalipsis 7,12: “Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén”. “Akotate” significaría la acción de gracias, y “Kurban” el sacrificio del altar, en este sentido se convierte en la memoria del sacrificio y de la acción de gracias del Señor.

 

El rito litúrgico se divide en dos partes: El ofertorio o parte ordinaria, que sería común a todas las anáforas, y la liturgia eucarística o anáfora. La primera parte a su vez se divide en dos partes: la liturgia de los catecúmenos que incluye la preparación del ofertorio, el ofertorio, y la liturgia de la palabra; y la pre-anáfora  con la oración por la paz, la oración por la comunidad presente en la celebración, el credo, el lavatorio de las manos, y el signo de la paz. En la liturgia Ghe’ez la pre-anáfora es siempre la misma.

 

Las Anáforas son 14 en la Iglesia Ortodoxa Etíope y 17 en la Iglesia Católica de Rito Etíope. Estas son las 17 Anáforas de la Iglesia Católica de Rito Etíope:

 

1. La Anáfora de los Apóstoles.

2. La Anáfora de Nuestro Señor Jesucristo.

3. La Anáfora de Nuestra Señora María de Ciriaco.

4. La Anáfora de Nuestra Señora María.

5. La Anáfora de San Gregorio Nacianceno.

6. La Anáfora de San Gregorio Armeno.

7. La Anáfora de San Dióscoro.

8. La Anáfora de San Juan Crisóstomo.

9. La Anáfora de San Juan Evangelista.

10. La Anáfora de San Santiago Hermano del Señor.

11. La Anáfora de los 318 Ortodoxos.

12. La anáfora de San Basilio.

13. La Anáfora de San Atanasio.

14. La Anáfora de San Epifanio.

15. La Anáfora de San Cirilo.

16. La Anáfora de San Santiago de Sarug.

17. La Anáfora de San Marcos.

 

La Anáfora incluye el prefacio y la intercesión, sigue uno de los siguientes salmos: 25, 61, 102, 103, 130, o 131, continua con tres largas oraciones para la purificación de los sacerdotes, y de los vasos sagrados, se recita el santo, la consagración, la anamnesis, la eplícesis, la fracción del pan, el embolismo, la oración penitencial de San Basilio, la conmemoración de los presentes  y de los difuntos, la elevación, la comunión, la acción de gracias, la purificación, y la bendición final. La anáfora más usada durante el año litúrgico es la Anáfora de los Apóstoles.

 

La liturgia Ghe’ez , como otras liturgias orientales, es un continuo diálogo entre el celebrante, el diácono, y la asamblea, por esta razón para la celebración además del presidente se requiere la presencia del diácono y de la asamblea, ya que a cada parte le corresponde su lugar en la celebración. La asamblea puede colocarse cerca del altar, sin embargo los penitentes se colocan lejos. Dependiendo de la solemnidad de la celebración las partes litúrgicas cantadas  o rezadas pueden aumentar o disminuir (5).  

 

Panorama actual de las religiones en Etiopía.

 

Según el último censo realizado en el país en el año 2007, la Iglesia Ortodoxa cuenta con el 43.5 % de la población, aunque se verifica una progresiva disminución a favor de las Iglesias protestantes que ya son el 18.6 %. Los musulmanes constituyen el 33,9 % también en aumento en estos últimos años. Las religiones tradicionales son el 3,2 % y están concentradas en las zonas más remotas del país. Los católicos son sólo el 0.7 %.

 

La estadísticas oficiales en el 2007 se refieren a una población de 73,918,505 habitantes (6):

 

- Ortodoxos:                                 32,138.126

- Protestantes:                              13,746,787

- Católicos:                                   536,827

- Musulmanes:                               25,045,550

- Religiones Tradicionales:               1,957,944

- Otras Religiones:                         471,861    

  

Los datos de la Agencia de Noticias de la BBC ya en el 2011 hablan de una población de 84.7 millones de habitantes.

 

Reflexiones desde una lectura de la evangelización en Etiopía:

 

1. La urgencia de la misión parte de la confianza en la acción de Dios,  del protagonismo del Espíritu en la evangelización,  del poder humanizador de la Buena Nueva de Jesús, de la capacidad de la Palabra de Dios para iluminar, renovar y dar vida a los pueblos.

 

2. Confiamos en la capacidad de recepción de las personas y de los grupos humanos a los que se les anuncia el Evangelio y reconocemos su propio protagonismo en la aceptación y en el crecimiento del mensaje en su vida personal y social, en el desarrollo de su iglesia y comunidad local.

 

3. En el misionero será imprescindible el amor y el afecto hacia las personas  a las que ha sido enviado,  el aprecio por sus rasgos culturales, y la capacidad de presentar su mensaje de una manera comprensible. Desde su propia experiencia personal de fe y vida evangélica, será un experto en el discernimiento de la acción de Dios en las personas y en las comunidades, con gran capacidad de escucha, diálogo, y paciencia en el acompañamiento.

 

4.  En la evangelización el anuncio de la Palabra y la celebración de los sacramentos, y la promoción de la dignidad de la persona humana y su desarrollo integral, no sólo no son antagonistas sino que se necesitan mutuamente y se complementan.

 

5. El diálogo ecuménico realizado en los últimos años nos indica la necesidad de continuar construyendo comunión y unidad, siendo capaces de profundizar nuestra relación con Dios, apreciando la belleza de las diversas expresiones culturales, en el conjunto armónico de la estupenda melodía de los pueblos que celebran y alaban a Dios, y de esta manera crecen en la fraternidad.

 

6. Una actitud de reconciliación en la que reconociendo los errores del pasado y sus consecuencias negativas con humildad, podamos perdonar y sentirnos acogidos como miembros renovados y dinámicos de la universalidad de las iglesias.

 

7. Llegamos a descubrir y a sentirnos identificados con el camino realizado por la Iglesia Católica, que a lo largo de los siglos tiene un legado que transmitirnos con unas expresiones de fe, que trascienden las culturas individuales, como fruto de la acción hacia la unidad guiada e impulsada por el Espíritu.  

 

8. La tradicional convivencia pacifica con nuestros hermanos musulmanes nos invita a un diálogo interreligioso más profundo en la convivencia ordinaria de cada día, en la colaboración en las tareas sociales y políticas, y en un trabajo común en la lucha contra la pobreza. Teniendo en cuenta la actual progresiva radicalización del Islamismo que recientemente ha creado algunas confrontaciones violentas con los ortodoxos.

 

     

 

Notas:

 

 

(1) Texto citado en: La fe y la inculturación. Texto aprobado “in forma specifica” por la Comisión Teológica Internacional (1987). Comisión Teológica Internacional. Documentos 1969-1996. Veinticinco años de servicio a la teología de la Iglesia. BAC, Madrid, 1998, p. 241.

 

(2) Hilanus A. Wingene, De Aethiopibus in Concilio Florentine, Laurentianum, AN. 111, Fasc. 1, 1962, p. 44. Citado en: The Catholic Church in Ethiopia. A brief history of evangelization. Agenzia fides. FIDES News Service – 3 May 2008 – www.fides.org p. 4.

 

(3) Acta Apostolicae Sedis, 65, (1973), pp. 299-301, citado en: The Catholic Church in Ethiopia... o.c. p.7.

 

(4) Informazione ai Religiosi, No. 6, December 1981, pp. 3-6; Information Service, 84, (1993, III/IV) pp. 150-152, citado en: The Catholic Church in Ethiopia... o.c. p. 8.

 

(5) Datos tomados de la siguiente Tesis Doctoral: Liturgical Space in the Gada System. The Gada System of Arsi (Oromo) and the Ghe’ez Rite of Abyssinia. Autor: Gemechu Refeso Guye. Pontificium Institutum Orientale. Facultas Scientiarum Ecclesiasticarum Orientalium, Roma, 2005.

 

(6) Summary and Statistical Report on the 2007 Population and Housing Census. Population Size by Age and Sex. Federal Democratic Republic of Ethiopia. Population Census Commission. December, 2008, Addis Abeba.


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