LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA COMO UNA FORMA DE VIVIR LA CONTEMPLACIÓN COMPASIVA DE JESÚS

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P. Ssimbwa Lawrence, IMC

A menudo se escucha a varias personas, sobre todo, en los círculos religiosos utilizando la palabra espiritualidad, de tal manera que no se ha dejado de colegir que probablemente es la más pronunciada en el campo religioso. Por eso, es importante poner de manifiesto el significado del término espiritualidad. La palabra “espiritualidad” se deriva de la palabra espíritu. Conviene registrar que en la mentalidad griega, el espíritu se opone a la materia. En este sentido, lo espiritual es antagonista a lo material. Así, se diría que la persona fuera muy espiritual cuando vive sin preocuparse para nada de lo material o en cierto modo desvirtúa completamente todo lo que tiene que ver con las realidades materiales, tratando de vivir únicamente de realidades espirituales1. Es preciso esclarecer que esta manera de percibir la espiritualidad como realidad opuesta a lo palpable emanó de la mentalidad griega, la cual luego se hizo la mentalidad occidental. Sin embargo, este concepto griego es totalmente diferente de la percepción de la misma de parte de otros pueblos. Por ejemplo, según la cosmovisión hebrea, el espíritu (ruah) no se opone, de ningún modo, a lo material sino a la maldad, a la destrucción, a la muerte2. Por ende, el espíritu cuando habita en la materia le hace ser lo que es, le da fuerza, le mueve y le impulsa.

Derivando del contexto semítico de la espiritualidad, se puede definir la espiritualidad como la motivación, la pasión, el impulso, la causa por la que se vive y lucha. Además, es la motivación de la vida, inspiración de las actividades, de utopías y causas. Ésta no es una fortuna para algunos especiales, sino, es patrimonio de todos los seres humanos3 y es una realidad comunitaria, quiere decir, la conciencia y la motivación de un grupo, de un pueblo, de una congregación religiosa, de una tribu, etc.

 

ESPIRITUALIDAD CRISTIANO-MISIONERA

Si por lo general la espiritualidad es el impulso y fuerza por los cuales se luchan, entonces ¿De qué se trata la espiritualidad cristiano-misionera, patrimonio propio de los cristianos? Antes de responder a este interrogante, conviene recordar que la espiritualidad cristiana no es la única en el mundo, sino, es una entre distintas espiritualidades. No obstante, ella tiene su especificidad muy peculiar, esto es, el seguimiento de Jesús. Éste es la definición y la especificidad de esta espiritualidad. Dicho de otro modo, la espiritualidad cristiana se ancla en el seguimiento de Jesucristo, fuerza que da consistencia y durabilidad a la identidad de quien es seguidor de Jesucristo con la ayuda imprescindible del Espíritu Santo. Por lo tanto, toda espiritualidad cristiana es al mismo tiempo misionera.

Así pues, la espiritualidad cristiano-misionera no es otra cosa que vivir la contemplación compasiva de Jesús. Es decir, se trata de vivir la contemplación como Jesús la vivió hasta que tengamos los mismos sentimientos de Jesús con respecto al Padre y a toda la humanidad. Por ello, la contemplación misionera conlleva mirar, oír, sentir, y gustar todo a manera de Dios en Cristo.

En esta contemplación misionera, lo que les interesa a los discípulos y discípulas de Jesús son las actitudes fundamentales que caracterizan el corazón misionero de Cristo. Bajo este respecto, Jesús se mueve en una doble tensión. Por una parte, Él contempla lo que es y hace el Padre: “el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Todo lo que haga éste, lo hace también el Hijo,” (Jn 5:19), y por otra parte, lo que la humanidad siente y vive: “vio a la muchedumbre y sintió compasión” (Mt 14:14). Todo eso a fin de lograr el objetivo de su misión, esto es, revelar y comunicar la incalculable misericordia y compasión del Padre hacia todas las personas de todo el mundo. Así que, en todas las acciones misioneras de Jesús que constituyen su ministerio salvador, sobresale su actitud de contemplación compasiva que le identifica como el enviado por excelencia del Padre.

Siendo Jesús el prototipo de todos los evangelizadores y evangelizadoras, la misma actitud de contemplación misericordiosa ha de ser el cuño que identifica a éstos, enviados por el mundo en nombre de Él. Asimismo, la misma actitud debería inspirar todos los proyectos, actividades y planes pastorales de todos los consagrados y consagradas a la misión de Él. Ahora bien, para que ésta sea eficaz en la labor misionera, pues, se ha de tener en cuenta algunos aspectos ineludibles que se van a desarrollar a continuación:

ESPIRITUALIDAD MISIONERO- INCULTURADA E INTERCULTURADA

El hecho de que muchas sociedades en que vivimos hoy son pluriétnicas, multiculturales y plurireligiosas, se hace necesario tener una espiritualidad misionero-inculturada e interculturada. Habitualmente se habla de conceptos “cultura, inculturación e interculturalidad” como elementos imprescindibles para la tarea evangelizadora de hoy. Asimismo, se han hablado de estos temas teóricamente en varias charlas y círculos académicos recalcando su importancia para la actividad misionera, pero su aplicación y puesta en práctica aún muestran lo contrario. A pesar de todo eso, éstos son elementos indispensables para la espiritualidad misionera en el mundo actual debido a la multiculturalidad que impera en la mayoría de las sociedades actuales. Pues, si la cultura es el conjunto de significados y significaciones que conforman la vida de un pueblo, la inculturación es el encuentro entre el Evangelio y la cultura de un pueblo determinado. La interculturalidad, en cambio, se trata del encuentro de diversas culturas a fin de que se relacionen armoniosamente.

La inculturación e interculturación hacen que el misionero y misionera contemplen la acción misericordiosa de Dios desde la perspectiva del “otro”. El “otro” en el sentido misionero, se entiende como la persona diferente, grupo humano diferente, pueblo diferente, cultura diferente con cosmovisión propia, anhelos, aspiraciones y experiencias religiosas diferentes. No se puede negar que eso sea un desafío ya que generalmente los cristianos estamos acostumbrados de contemplar las maravillas de Dios desde el mismo ambiente cristiano.

Sin embargo, la espiritualidad misionero-inculturada e interculturada exige que el misionero entienda que la cultura del “otro” configura el plan evangelizador de él, de tal manera que éste no ha de encontrarse con ese “otro” presentándosele como dueño, sino como huésped dispuesto a dejarse aprender de él y de los signos inalienables de su cultura. De igual manera, la cultura de la comunidad donde llega el evangelizador debe ser entendida como el proyecto de la vida de la tarea evangelizadora y en ella está el contenido de todo lo que ese grupo humano necesita para la realización de su salvación. Para poder llegar al cumplimiento de todo eso, hay que dejarse afrontar con varias realidades. Ante todo, hay que enfrentarse con uno mismo, es decir, con los estorbos personales entendidos como caprichos personales, pensamientos personales, prejuicios pre-establecidos personales hacia otras culturas y pueblos, etc., porque éstos tienen consecuencias e implicaciones en la evangelización. Asimismo, eso presupone relativizar la propia cultura a fin de que se pueda abrir a otras culturas y amarlas4. El misionero en este caso, ha de prepararse mental y psicológicamente, ha de modificar sus actitudes personales, sus prácticas y creencias religiosas y ha de modificar su forma de valorar a los otros y a las otras culturas. De forma escueta, éste debe disipar los prejuicios preestablecidos para con el “otro” para poder insertarse en su ambiente. Sin realizar eso, se correría el peligro de hacer una evangelización sembrada en la tierra infecunda que posteriormente pudiera desembocar en indiferencia religiosa de parte de los evangelizados.

Así siendo las cosas, ¿Qué implicaría la espiritualidad misionero-inculturada e interculturada? Es verdad que esta espiritualidad exige mucho, pero por motivos de que la actividad misionera sea más eficaz, reivindicaría poner más esfuerzos. Por eso, implicaría, ante todo, superar el etnocentricismo y la aculturación. La aculturación es el resultado de un proceso en el cual una persona o un grupo de personas adquieren una nueva cultura de forma involuntaria a expensas de su cultura propia. En esta circunstancia casi no se identifica del todo con los patrones de la propia cultura. En cambio, el etnocentricismo es la creencia que la propia cultura es superior a las demás. Normalmente dicha creencia está acompañada de la práctica de juzgar otras culturas con los estándares de la propia cultura. No es de extrañar que muchos evangelizadores hayan caído en estas realidades. Ahora bien, el misionero ha de superar todo tipo de etnocentricismo que le hace pensar que su cultura es superior a las demás y posiblemente la única vía por medio de la cual se puede realizar la salvación para el pueblo al cual está insertado. De igual forma, esto implicaría superar y renunciar toda inclinación a un sistema evangelizador aculturado que suscite elementos de imposición de valores, signos ajenos y experiencias de la propia cultura a veces con visiones colonialistas y avasalladoras. No es de extrañar apuntar que en la aculturación subyace el desprecio de las experiencias y expresiones culturales de “otros”.

En este respecto, la espiritualidad misionero-inculturada e interculturada exige que el misionero se despoje en alguna forma los signos, significados y experiencias religiosas de su cultura a fin de que pueda aprender, conocer, asumir y amar los elementos constitutivos presentes en la cultura del “otro” como medios dados por Dios para llevarlo a la plenitud de la Salvación en Jesucristo. Es preciso notar que el despojo anotado arriba no significaría el olvido completo de la cultura del misionero, ya que ésta forma parte de la identidad de la persona, pero la idea es que, hay que poner en primer plano la experiencia cultural del “otro” a fin de aprender a mirar la realidad desde ese “otro” con ojos objetivos y desnudos de los prejuicios para que éste se vuelva tierra abonada en la que pueda caer la semilla evangélica para ser bien plantada por el misionero bajo la fuerza poderosa del Espíritu Santo.

Por ende, la experiencia misionera reivindica despojarse de muchos elementos de la cultura propia para poder asumir la del “otro”. Asumir la cultura de los demás significa aprender de los patrones culturales de ellos, asumir el concepto de tiempo de ellos, gozar las comidas de ellos, planificar la pastoral según el contexto de ellos, entre otros. Pero la tarea de desnudarse de la propia cultura no es una labor tan fácil, probablemente es más difícil que desnudarse físicamente. Ese desnudarse ha de ser hecho desde el punto de vista de Dios quien se bajó y puso su tienda entre la humanidad por medio de Jesucristo, único Salvador de toda la humanidad.

 

LOS MISTERIOS DE ENCARNACIÓN, PASCUAL Y PENTECOSTÉS, INSPIRACIONES PARA LA ESPIRITUALIDAD MISIONERO-INCULTURADA E INTERCULTURADA

Estos tres son los modelos inspiradores para la dicha espiritualidad misionera. Por lo demás, son los fundamentos inalienables de nuestra fe cristiana, de modo que para la eficacia de la actividad misionera, hay que dejarse inspirar por ellos.

ENCARNACIÓN: La Encarnación es el misterio por medio del cual Jesús, Dios hecho hombre se hizo uno entre tantos. Por ello, es una inspiración inestimable para la evangelización inculturada. Los grandes evangelizadores quienes fueron también grandes evangelizados como Pablo, fueron inspirados por ello. Pablo de forma especial no dejó de poner de relieve este hecho al indicar que “el que era de condición divina no se aferró celoso a su igualdad con Dios, sino que se aniquiló a si mismo tomando la condición de esclavo y llegó a ser semejante a los hombres” (Fil 2: 6-7). Por la Encarnación Dios se hizo carne en Jesús, es decir, se hizo humanidad concreta y enteramente persona5. Para poder salvar la pobre humanidad, Jesús se despojó de todo para poder plantar su tienda entre nosotros (Cfr. Jn 1:14). Este despojo de Dios mismo para equipararse con la humanidad, es una inspiración irrefutable para los evangelizadores y evangelizadoras quienes se encuentran insertados en medio de otros pueblos llevándoles el mensaje salvífico de Dios.

Pues, el misterio de la Encarnación es una columna vertebral para la espiritualidad misionero-inculturada e interculturada. Inspirado por ello, todos los evangelizadores y evangelizadoras deberían libremente despojarse de sí mismo y de todo aquello que los separe de hacer la voluntad de Dios. Igualmente, la encarnación de Cristo inspira al misionero y misionera a hacerse uno más a la comunidad encomendada a él o a ella, compartiendo la vida, la suerte y el destino. En este aspecto, hay que mirar siempre a Jesús como modelo en quien Dios asumió una cultura concreta, es decir, por medio de Él, Dios se inculturó6. En este sentido, Dios asumió un contexto y hundió sus raíces en la propia situación7. Por eso, este misterio ayuda a entender que no hay que predicar una cultura forastera como si fuera un contenido de la fe, más bien hay que asumir la cultura del “otro” para que en ella se viva la fe y se construya la Iglesia. El misterio de Encarnación invita a todos los heraldos del Evangelio a ser uno de tantos teniendo en cuenta siempre la perspectiva del “otro”. Pues, no se ha de perder de vista que la cultura de ese “otro” es el lugar teológico donde el evangelizador contempla los signos de la presencia de Dios en un pueblo determinado donde está insertado.

PASCUA: El misterio de Pascua es otro modelo inspirador para la espiritualidad misionero-inculturada e interculturada. Es importante resaltar que “Cristo habiéndose comportado como hombre, se humilló obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil 2: 7-8). Inspirado por este Misterio inalienable de nuestra salvación, el misionero se encuentra inspirado a entregarse en varias circunstancias dando la vida a fin de que ese “otro” resucite en Cristo. Para poder realizar eso, hay que:

  • Rebajarse a sí mismo.

  • Hay que ser dispuesto a ser obediente al proyecto de Dios para dar la vida evangélica a las personas.

  • Hay que comprometerse por la justicia y la paz, sobre todo, en lugares donde la vida está bien amenazada.

  • Asimismo, hay que llevar a la gente a la verdadera resurrección con Cristo.

Por ende, el Misterio pascual se vuelve guía en el proceso de llevar a cabo la evangelización inculturada e interculturada entre la gente de un pueblo determinado.

PENTECOSTÉS: El misterio de Pentecostés es el poder que hace que la espiritualidad misionero-inculturada e interculturada reciba la fuerza testimonial para que la salvación y el encuentro de todos los creyentes del mundo conformados en diversas lenguas y culturas obtengan la unidad querida por Dios. Inspirados por este misterio, los evangelizadores y las evangelizadoras se hacen abogados incansables en defender la proclamación de Dios en las lenguas, costumbres y culturas propias de los pueblos con el objetivo de que ese “otro” se alegre al oír en su propio idioma las maravillas de Dios (Cfr. Hech 2: 11), que ése encuentre gozo del Evangelio al celebrar los misterios de la salvación en su propia cultura.

ESPIRITUALIDAD MISIONERO- PASTORAL CONTEXTUALIZADA

Sin lugar a equivocación, se pone de relieve la contemplación compasiva de Jesucristo a través de las actividades pastorales. Por tal motivo, la espiritualidad misionera ha de enfatizar el aspecto de la pastoral contextualizada. Vale recordar que la pastoral como tal, es la praxis de la Iglesia con el fin de hacer cada vez más presente el Reino de Dios. Ella como acción de la Iglesia es una generalmente, pero a menudo va saliendo el fenómeno de las “pastorales” debido a que, la pastoral toma rostros propios en que se va desarrollando según los sujetos a los cuales va dirigida, y en los contextos en los que se encuentra desenvuelta. Por tal razón, no se cesa de apuntar a las pastorales contextualizadas.

La pastoral contextualizada como tal, es esa acción de la Iglesia desempeñada de acuerdo al contexto determinado. Las pastorales contextualizadas se afanan por responder a las necesidades concretas de los sujetos y de los contextos en los que se encuentran insertos. Desde esos sujetos particulares y contextos peculiares, se contempla la misericordia de Cristo para con la humanidad. Es fundamental tener en cuenta que Cristo solía encontrarse con sujetos particulares en diferentes contextos específicos. Él prestó atención misericordiosa a la mujer enferma de hemorragias (Cfr. Mt 9: 20), sentía compasión de la gente y le daba algo de comer (Cfr. Mt 14: 14-20), y curó varias enfermedades (Cfr. Mc 1:42, 2:1-5). Pues, Jesús actuaba misericordiosamente en cada caso de acuerdo al contexto en que la persona se encontraba. Aquí, Jesús es el modelo que inspira a todos los agentes pastorales a fin de que el Reino de Cristo sea proclamado a todas las personas de diferentes contextos.

Por la variedad de contextos, se hace necesario las pastorales contextualizadas. Eso significa que la pastoral no debería ser desempeñada de forma unidimensional. Hay que haber pastorales específicas para poder responder objetivamente a los interrogantes planteados en cada contexto específico. Por ejemplo, la pastoral entre los Afro-descendientes no debe ser llevada a cabo de la misma forma que la que se desempeña entre los pueblos Indígenas y viceversa, ya que aunque es la misma praxis de la Iglesia dirigida a ambos grupos étnicos, son sujetos completamente diferentes en cuanto a su cosmovisión e idiosincrasia, y contemplan la acción salvadora de Dios en Cristo de manera completamente diferente. Por tanto, la espiritualidad misionero-pastoral apuesta por las pastorales contextualizadas como la pastoral afro, la indígena, la pastoral con los emigrantes y refugiados, la juvenil, la ecológica, entre otros. Y cuanto más se pondrá de relieve la pastoral contextualizada, más se arraigará el mensaje salvadora de Cristo entre varias personas que se hallan en contextos diferentes.

 

ESPIRITUALIDAD MISIONERO- LIBERADORA

La espiritualidad misionera liberadora se desarrolló dentro de la Iglesia gracias al empeño hecho por los teólogos de la teología de la liberación. Es una espiritualidad que le da atención especial al pobre de acuerdo con el Evangelio. Es preciso recordar que en los comienzos de su ministerio público, Jesús proclama en la sinagoga de Nazaret, que el Espíritu de Dios lo ha consagrado para llevar a los pobres la Buena Noticia, para anunciar la liberación a los cautivos, restituir la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y predicar un año de gracias del Señor (Cfr. Lc 4:16-19). Pues sí, la Iglesia anuncia el Evangelio a todos los hombres y mujeres para su salvación integral, pero dirige su atención especial y opción preferencial a los pobres. Los Pobres en varias dimensiones de pobreza son los oprimidos, los enfermos, los ancianos, los emigrantes, los indigentes, los afros, los indígenas, las mujeres y todos aquellos que son considerados como los últimos en la sociedad.8

Todo eso lleva al misionero a contemplar en los rostros de los que sufren el peso gigantesco de pobreza la cara misericordiosa de Cristo, puesto que son los pobres por quienes Jesús optó. Actualmente hay varios rostros desfigurados por el hambre, rostros desilusionados por el desprecio histórico de su cultura, rostros históricamente desfigurados por el sexismo, rostros deformados por la indigencia a causa de la violencia y desplazamiento forzado, rostros arrugados por la prostitución, entre otros. Así que, estos rostros desfigurados por la pobreza patente en varias dimensiones, son los destinatarios de la evangelización y son los primeros invitados al banquete del Reino.

Así pues, no hay que sentar tranquilamente observando los escenarios de los pobres. Jesús buen Samaritano debe inspirar todo empeño misionero para con los pobres. La espiritualidad misionero-liberadora lleva a que el misionero se haga prójimo al estilo del buen Samaritano (Cfr. Lc 10: 25-37) a todas las personas en necesidad: las personas heridas, despojadas de su dignidad, salteadas por las injusticias, etc. De ahí que, el misionero debe estar de frente en todo ese proceso para que el Reino de Dios se haga presente en todos los aspectos de la existencia humana.

 

ESPIRITUALIDAD MISONERO-ECOLÓGICA

Es un hecho incontestable que la creación ha sido agredida terriblemente a nivel planetario. Por la aguda crisis del medio ambiente, se hace menester contemplar la acción misericordiosa de Dios a través de una espiritualidad misionera que fomente el cuidado de la creación. Por ello, la sensibilidad hacia los problemas ambientales no puede faltar, de ningún modo, en la espiritualidad misionera de la Iglesia. Hoy más que nunca, se está experimentando la crisis ecológica que ha generado la contaminación del agua y aire, el calentamiento global, la infecundidad de la tierra, las inundaciones incontrolables, entre otros. Por eso, es necesario que haya una espiritualidad misionero-ecológica para estimular la contemplación de la acción de Dios en la creación.

Vale anotar que, en ciertas ocasiones se han recurrido a la imagen del matrimonio para referirse a la relación entre Dios y la creación. La misma creación aparece como algo muy querido y amado por Dios. Ella viene a la existencia gracias a la acción de Dios. Se podría decir que Dios contrae matrimonio con la creación, asumiéndose Él como el esposo y la creación como esposa. Se trata de una relación armoniosa, de una relación de corresponsabilidad, esa relación que hoy está en peligro debido a los graves problemas ecológicos que acechan a la creación toda, esta creación tan querida y tan amada por Dios.

Pero esa Alianza de Dios con la creación no ha sido respetada para nada. Los grandes bosques llenos de recursos naturales se han sido apropiados por los multinacionales, así patentando el irrespeto del medio ambiente por intereses rapaces y egoístas. Teniendo en cuenta todo eso, la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe puso de manifiesto que “la naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fuera una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido transformados en un bien disputado por las grandes potencias.”9

Ante todos esos problemas, ¿cómo la espiritualidad misionera fomentaría la contemplación misericordiosa de Jesús en la creación? Pues, en un mundo como el de hoy, donde proliferan los intereses codiciosos relacionados con el capital, la ética del cuidado y de la compasión resultará siempre actual y necesaria en las luchas ecológicas tanto individuales como colectivas. Y es todo eso lo que justifica la necesidad eclesial de inculcar en los creyentes la indeclinable necesidad de desarrollar sentimientos y actitudes de compasión y cuidado hacia la creación.

La espiritualidad misionera que quiera despertar la responsabilidad ecológica de todos se verá irrenunciablemente en la necesidad de denunciar la masacre contra la tierra, contra el aire, las aguas y todo cuanto Dios hizo. Se tratará de una apuesta pastoral-ecológica que vivirá consciente de que la defensa incondicional de todo lo viviente, de que la necesidad de una ética del cuidado y respeto que termine con las acciones depravadoras contra la naturaleza, es un modo de ser cristiano, es un modo de anunciar el Evangelio, de pregonar la Buena Notica que invita a la metanoia, al cambio radical de la vida, un cambio que presupone el renacimiento.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

Ser misionero y misionera, es ser enviado y enviada a una parte determinada en nombre de aquel que envía, es decir, Cristo el misionero del Padre. Por ello, la espiritualidad misionera adquiere fuerza desde Cristo mismo. Debido a eso, la contemplación de las actitudes de Jesús de parte del evangelizador es muy significativa. Son esas actitudes que deben hacerse fundamento para los proyectos y planes de los evangelizadores a fin de que sean puestas en manifiesto entre los receptores del mensaje salvador de Cristo. Por tanto, la espiritualidad propia del misionero y misionera es vivir la contemplación compasiva de Cristo, espiritualidad que debe proceder de la intimidad personal con Él para poder extenderla a los demás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 Cfr. Casaldáliga y Vigil, Espiritualidad de la liberación, 23.

 

2 Ibíd., 24.

 

3 Ibíd., 27.

 

4 Cfr. Castro, Diálogos misioneros y otros alegatos, 128-130.

 

5 Cfr. Casaldáliga y Vigil, 141.

 

6 Ibid., 144.

 

7 Ibíd., 144.

 

8 Cfr. Juan Pablo II, La vida consagrada, 144.

 

9 Celam, V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Brasil, Mayo 2007. Documento Conclusivo, No. 84.


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